Sobre las horas de sueño

Dice el Señor:

Los dormilones nunca alcanzarán una edad muy avanzada. Quien durante su juventud concede a su cuerpo cinco horas de sueño y seis horas cuando es mayor, llegará por lo general a una edad avanzada y conservará por mucho tiempo su aspecto juvenil; mientras que un dormilón pronto envejecerá, tendrá una cara arrugada y canas, pareciendo en la vejez una sombra.

Si el cuerpo se desvitaliza más y más por exceso de sueño, mucho más todavía le ocurre al alma si su actividad conforme a mi Palabra y mi Voluntad disminuye continuamente.

Una vez que la ociosidad echa raíces en un alma, en breve también lo hará el vicio, porque la ociosidad no es sino un amor egoísta que rehuye toda actividad que favorece a otros, porque en el fondo quiere que todos los demás trabajen para ella.

Guardaos pues de la ociosidad porque esta es una verdadera simiente de todos los vicios posibles.

Los diversos animales feroces os pueden servir como ejemplo. Estos animales sólo desarrollan una actividad mortífera cuando los empuja un hambre voraz. Ellos, y especialmente las serpientes, vuelven a sus cuevas una vez saciados y, en muchos casos, descansan en ellas durante varios días.

Fijaos en cambio en un ladrón asesino. Este, de ordinario reacio a todo trabajo, permanece inactivo durante días en uno de sus escondites. Pero en cuanto sus confidentes le señalan que una caravana rica pasará cerca, entonces es cuando se vuelve activo y, junto con sus cómplices, se pone al acecho con el fin de saquearla y asesinar a los viajeros para que después no los puedan denunciar. He aquí un fruto de la ociosidad.

Por eso repito: Tened cuidado con la ociosidad, porque es el camino y la ancha puerta de toda clase de vicios.

Después de realizar una tarea, un reposo moderado les va bien a los miembros del cuerpo; sin embargo, un reposo excesivo es peor que ninguno.

Fuente: El Gran Evangelio de Juan, tomo 1, capítulo 220, recibido por Jakob Lorber.